02 septiembre 2018
Mi trabajo consistía en el fortalecimiento de capacidades humanas y organizativas, tanto en organizaciones incipientes como otras de muchos años constituidas.
Con fondos de agencias internacionales ya sea reembolsables o cooperantes, se administró proyectos comunitarios que tenían metas ambiciosas de rehabilitar caminos, acueductos, puesto de acopio y otras obras civiles. Si cuantificamos la cantidad de dinero invertido, queda poco de esas estructuras físicas algunas abandonadas y otras que no funcionaron porque las empresas contratistas no cumplieron.
Desde mi perspectiva los estados endeudan al país pidiendo préstamos millonarios sustentando en bajar el nivel de pobreza, mientras las comunidades esperan a gritos el proyecto que le resuelva sus problemas de manera individual. Al final el país sigue endeudado, el dinero utilizado para pagar alto costo de gasto operativo.
Hago remembranza del libro Dos mazorcas de maíz de Rolando Bunch, texto obligado en sociología rural en la que expresa claramente el daño del paternalismo. De cómo las familias se pelean entre ellas para recibir subsidios, entrega de semillas, abonos, herramientas, pollos, alimentos u otros insumos.
A nivel de técnico en muchas ocasiones no correspondió entregar insumos, asistir en los proyectos productivos e inclusive apoyar en la comercialización. El paternalismo incide negativamente en las comunidades, porque esperan principalmente un beneficio económico; cuando se realizaban la primera reunión de acercamiento, surgía la pregunta obligada conocer los beneficios cuantitativos. Como la respuesta no era esa, más bien el desarrollo de capacidades por medio de la extensión, eran poco los que permanecían.
En los últimos 15 años el paisaje natural del Distrito de Capira, ha cambiado muchísimo producto del mejoramiento de la red vial, que dio paso al descontrol en la venta de tierras principalmente a ganaderos que desarrollan un sistema extensivo, que consiste en la tala indiscriminada para convertir potreros. Los pobladores oriundos se mantienen con su agricultura familiar y con la explotación de rubros banderas como el café, culantro, cítricos, raíces y tallos reservantes.
La organización comunitaria ha sido un trabajo de base donde ha intervenido diferentes instituciones gubernamentales y no gubernamentales, ha sido el nervio motor para que se tengan experiencias exitosas.
Me voy a referir al trabajo con grupos de mujeres rurales, el proceso iniciaba con el fortalecimiento de capacidades por medio de talleres de autoestima, liderazgo, género y empoderamiento. Con el correr del tiempo estos grupos estaban preparados para administrar proyecto sostenible.
La mayoría de esas mujeres son fieles creyentes que por medio de la educación pueden vencer los círculos de pobreza. Hace poco visite a una presidenta de un grupo, recuerdo que su vivienda era de madera y que para salir de su comunidad apartada se tenía que caminar una dos hora por camino lodosos, a mi sorpresa hoy en día su casa es de bloque de concreto con sus divisiones, piso de cemento y ventanas, que son los propietarios del transporte de ruta y que sus hijos se graduaron del colegio.
Me queda claro que si este país, continuamos otorgando toda clase de subsidio en las áreas rurales, los productores van ir abandonando la agricultura familiar. El estado debe dar subsidios de manera ordenada y gradual, condicionada a los resultados que los beneficiarios demuestren.
Ingeniera Agrónoma con 22 años de experiencia en el servicio del Sector Agropecuario especialista en extensión rural, formadora de organizaciones comunitarias, supervisora a técnicos, producción de materiales escritos, analista de proyectos productivos. Presidenta del capítulo de Panamá Oeste 2017-2019. Me encanta la naturaleza y viajar.